EL GRUPO VIVIÓ SU SEGUNDA PRESENTACIÓN DEL AÑO
Hace exactamente una semana Fadeiros volvía a los escenarios porteños empezando así con la primera actuación del año.
Lo hizo en el mismo sitio donde en enero de 2012 se gestó su tercer hijo musical (Tanto Mar), en Café Vinilo, del barrio de Palermo.
Allí le dieron vida a uno más de sus vástagos, llenándolo de canciones memorables y entrañables, como Longe do Sul o Madrugadas serenas, por nombrar apenas dos de las dieciseis perlas que componen ese álbun "azul", como lo llaman ellos, por su tapa, por el mar y para diferenciarlos de los dos anteriores.
Hoy, como la vez anterior, dividieron al show en dos partes... tal vez para darle tiempo al público para reanimarse después de tanta emoción acumulada por cada una de las canciones bella y sentidamente interpretadas.
Hoy, cada uno de ellos, desde el primero al último, se lució en cada nota llevada a cabo en esta presentación en el Café Vinilo.
Felices de tener la sala llena una vez más y con un público que acompañó los compases con palmas, silencios y sonidos del tanto mar lejano, llenaron la noche y el lugar con la alegría traducida en canción.
Es verdad, por esas casualidades, la lluvia no acompañó al fado, pero los presentes pudieron deleitarse con la sensible melodía del talentoso compositor Jorge Fernando, quien puede quedarse tranquilo, ya que un gran equipo de músicos interpreta de forma notable su composición.
Y en eso, cuando nadie lo esperaba, aunque estaba entre los presentes, se sube al escenario el gran músico Ramón Maschio quien se suma a la talentosa voz de Ana Kusmuk para ofrecernos la sensible versión de Milonga do Chiado, una canción que no puede pasar desapercibida en ningún caso, porque las notas y la letra van calando hondo desde el primer segundo hasta hacer crujir el alma de quien escucha.
A ellos se agregan, la talentosísima Pepa Vivanco con sus instrumentos imposibles, que ella los ejecuta maravillosamente con ingenio y perfección. Carlos Palacios, con su inigualable don para hacer sonar la guitarra portuguesa en un escenario porteño. Patricia Álvarez, con su humildad que la caracteriza demuestra que tiene mucho todavía para sorprender al público, ya que desde hace tiempo no solo toca la guitarra, sino que se animó, y bienvenido que así sea, a la percusión. Mariano Gora, otro virtuoso del ritmo, que convierte en música todo lo que cae en sus manos: cajón, clarinete, guitarra y vaya a saber qué instrumentos más. Y finalmente Nicanor Suárez, prestigioso contrabajista que le da más profundidad, si se puede, al fado y a veces se toma la licencia y a ese instrumento musical que desde su origen es de cuerda lo convierte en uno de perscusión.
Fadeiros. El grupo de los seis notables volvió una noche y el fado vivió en ellos por medio de su música.
Andrea Lopes.
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