ENTREVISTA
A CRISTINA BRANCO
Su
primer acercamiento con la música fue a través del jazz. ¿Qué genera en usted
esa música tan distanciada de la portuguesa?
-La palabra
que me ocurre es ¡libertad! Son dos géneros que privilegian la voz, permiten
crear dentro de la música, que por sí solo ya es amplia, aireada.
Su abuelo le regaló un álbum de Amalia
Rodrigues y es ahí donde comienza su búsqueda en torno al fado. Si tiene que
pensar en sensaciones, ¿Cuáles fueran esos primeros sentimientos que tuvo al
vivenciar el fado con la escucha de ese álbum?
-Allí percibí mejor que antes ese
sentimiento de libertad. Amalia, en ese disco, cantaba cosas muy distintas al
fado, experimentaba otros terrenos, pero no por eso dejaba de sonar a fado...
fuese porque la guitarra portuguesa estaba presente, fuese porque su voz emana
fado, la verdad es que así abrí una puerta para apreciar con respeto y
reverencia el fado.
Los músicos Billy Holliday, Ella
Fitzgerald, Janes Joplin, son solo algunos de los que usted escuchó en su
adolescencia. ¿De qué manera estos grandes de la música aportaron y aportan a su
carrera musical?
-Hay muchos más. Yo amo la voz, la
capacidad, referida al instrumento que nos aproxima, nos desvía para otras
dimensiones. La voz es el instrumento primordial y con ella se cuentan las historias más increíbles, con ella nos
aproximamos a la literatura de aquel que no ve o no quiere ver. Transportamos
las palabras cerca de los hombres que desconocen su belleza... ornamentamos y a
veces unimos la música al cosmos solamente porque le damos el camino de la
palabra (y cuando alguien sabe contar la verdadera historia). Esas mujeres y
hombres son ejemplos para mí porque usaron la palabra siempre en beneficio de
la música, nos aproximaron, oyentes, del instante, nos hicieron llorar o reír,
erizar la piel con la forma como tocaron esta o aquella palabra o sonido.
Tengo entendido que comenzó su carrera
profesional en un país que no es Portugal. ¿Cómo vivió el hecho de cantar por
primera vez en un escenario de un país tan culturalmente distinto al suyo?
-La ciudad era Amsterdan, en una
pequeña sala que tenía por nombre “Zaal 100”. Yo iba inocente y crédula en mi
juventud sin pretensiones, cuando soñamos volamos más alto y estaba maravillada
con el viaje, con las personas, con la oportunidad...y no esperaba más que
cantar aquella noche y volver a casa, Portugal, con una experiencia fantástica
en el bolso. ¡Y era afortunada! Fue todo rápido y deslumbrante. Las personas en
aquel tiempo (hace dieciocho años atrás), pensaban que el fado era una especie
de música exótica y tenía una reacción y percepción entre fulgor y novedad. Yo
llegué con algunos fados, pero mucho más repertorio dentro de la música
portuguesa, siempre con la sonoridad de la guitarra, como había oído hacer a
Amalia, y las personas creyeron en mí, en mi verdad, en la entrega de quien no
espera recibir. Fue marcante y lindo, ese momento definió lo que soy hoy y la
postura que tengo en la música.
¿Qué cree usted que países tan distintos
encuentran en el fado y en su voz?
-La voz no siempre tiene un lenguaje
definido, pero tiene un mensaje, un compromiso con quien la escucha. Creo que es
eso lo que nos une, no solo yo, todos nosotros. El lenguaje une y separa los
pueblos, apacigua, tranquiliza la multitud. Puede hacer dormir a un niño o
incitar una revolución. El hombre es naturalmente curioso, y el fado es una de
aquellas músicas embriagantes y misteriosas del viejo mundo, luego, la voz (por
ventura) y las historias que intento hacer volver a una esencia inteligible por
quien me escucha en un discurso más o menos poético o romántico, son el hilo
conductor. El resto es magia, la fuerza del instante del compartir.
Usted tiene un gran aprecio por las
palabras, la literatura y la poesía. ¿Cuáles son sus referentes en la
literatura y que aportan ellos al fado y a usted en particular?
-Puedo ir de Shakeaspeare a Joyce,
pasando por Pessoa o Neruda. ¡Ya les canté a todos ellos! Amo las palabras, la
belleza que contienen aunque sean duras, devastadoras. Gusto de las palabras
bonitas, que suenan bien al oído, aparte de amar los libros y tener un profundo
respeto por quien escribe (¡que también ayuda!), y elijo un texto basado en un
tema que quiero evocar, elijo un autor porque me identifico con su escritura, o
a veces porque aquel poema o texto me toca tanto que pienso que podría o quería
haber sido yo quien lo escribiera.
El fado vive mucho de la complicidad del
texto y de la música, se alimentan en una cadena invisible, las palabras
aproximan o alejan la música, y esa lucha, ese enredo dominado por la voz y por
la guitarra portuguesa es su alma. Así veo mi oficio siempre cerca y cómplice
de los autores.
¿Qué signigifica el fado en la vida de
Cristina Branco?
-Yo “acontecí” la primera vez, o sea, me
di cuenta de “ser” cuando canté, cuando rasgué el aire con un grito, un son, y
así marqué mi espacio para nunca mas volver atrás. Aparte de mis queridos hijos
y marido que me permiten esta constatación.
Uno de sus álbumes se llama Fado Tango.
¿Cómo fue ese descubrimiento? ¿Encuentra que tiene puntos de encuentro los dos
géneros?
-Fado Tango es un trabajo que cruza un
océano, poéticamente, habla de las migraciones de los hombres, de los dolores y
alegrías semejantes de un lado y de otro y de como las músicas se parecen
tanto. El contexto es muy parecido y algunas músicas evocan algunas veces el
tango, otras el fado. El destino es el que más aproxima los géneros de los que
hablamos.
Finalmente, su público se va a encontrar
nuevamente con usted el 15 de junio en La Tratienda Club. ¿Con qué se va a
encontrar el público de Buenos Aires? ¿Qué les diría a los lectores?
Llevaremos ALEGRIA, el nuvo disco, que
es un reflejo de una sociedad que está en crisis, la europea. En crisis social,
financiera, económica, moral, ambiental... en un retrato de varios personajes
que se sacan las máscaras de sus vidas a través de la música. Después mezclaremos
este nuevo disco con “Fado Tango” y reuniremos una historia que atraviesa las
personas, que le de una historia para llevar para casa, alegre, de preferencia.
Porque Alegría es una paradoja de esta realidad que estamos viviendo, pero que
inspira esperanza y voluntad de continuar, de revolver las entrañas y dar lo
mejor de nosotros.
Andrea Lopes.
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